2 de febrero de 2012

Ridículo, gran enemigo

Ya he encontrado el inconveniente a esto del blog: hay que escribir. Y no es como Twitter, donde solo puedes escribir una frase. Aquí te dejan explayarte a lo largo de tantos párrafos como quieras.
La pena es que cuando tenemos libertad para expresarnos y que la gente nos escuche, tendemos a quedar en ridículo. Si no entendéis de qué hablo, aquí os escribo un ejemplo basado en hechos reales:

Profe: ¿Alguien sabe lo que es un arrecife?
Aju: ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo! ¡Yo!
Profe: A ver, Aju.
(Ahora viene el momento en el que te quedas en blanco)
Aju: Bien, pues... un arrecife... arrecife... un arrecife es una cosa que hace así, así... así... (moviendo los brazos intentando ilustrar la forma de esta formación marina).
(Ahora viene el momento en el que todo el mundo se ríe de ti)

He explicado esta vergonzosa experiencia para superar mi miedo a quedar en ridículo. Total, ¿quién va a leer esto? Ah, también lo he contado porque me he dado cuenta de que los diálogos llenan mucho más que los monólogos. Cuánta más gente hay, más espacio se ocupa. Y eso que soy de letras, ¿eh? Ya os dije que en el fondo no era tan tonta, no soy rubia. Pero eso ya es otra historia.

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Yo ya he hablado demasiado.