13 de octubre de 2015

Regalo relámpago

Se m'antoixava que els regals d'aniversari es quedaven pobres i no se m'ha ocorregut altra manera millor de retre't homenatge que ficant-te al meu calaix desastre i ja de pas, obrint-lo completament per a que lliges tot el que vulgues encara que confie que no ho faràs. De veritat, no ho faces, t'ho dic per tu.

No és un gran regal, però tampoc em preocupa massa perquè no necessite que siga el teu aniversari per a regalar-te coses i perquè, et regalara el que et regalara, sempre et mereixeries més. Que només t'ho diga com a resposta quan m'ho dius tu a mi no li lleva validesa.

I, saps què? Vaig a deixar de dir-te a contracor els "Merezco mucho más de lo que me das" (confesse que mai m'ho he cregut i que només t'ho deia perquè no podria dir-te que no a res que em demanares amb la punta mig clavada i mirant-me als ulls). Vaig a deixar de dir-te'ls a contracor perquè sí m'ho meresc! Me meresc a persones com tu, que estiguen al meu costat sense dependre de mi, que m'oferisquen qualsevol cosa excepte a ells mateixos. M'ho meresc perquè eixe tipus de persones em fan crèixer i superar-me i açò es materialitza també a les meues relacions, millorant-les qualitativament. I tu, amic meu, també et mereixes això.

T'ho mereixes perquè em fas plantejar-m'ho tot. I quan dic tot, és tot, des de la meua carrera fins a la concepció de les relacions sexoafectives, passant per la meua anatomia (vulgues que no, si no em dius tu on tinc les mamelles, se m'oblida). No sé si t'imagines açò, però quasi em vaig plantejar l'existència de l'ànima perquè vaig notar com me la besaves després d'aquell "Comence a estimar-te".

A més, i no sé fins a quin punt és una virtut, amb tu em puc riure de qualsevol cosa. En primer lloc parle d'acudits que no faria amb moltes més persones (persones que porte molt endins del cor i a les quals els deixaria envair Polònia), però també riure de totes les liades, porque al principio fue una putada que te tiraras a mi novia... pero ahora lo pienso y me río.

I et diria més coses, però, tenint en compte com em costa obrir-me, no vaig a desaprofitar-ho tot ara i ací, al blog que en algun moment hauré d'eliminar perquè no em cap tanta vergonya a aquest coset. Totes les coses que em queden per dir te les aniré dient a altres moments importants, com la primera vegada que el teu gat em demane jugar, el primer dia que cague estant tu a casa o la primera foto en la que isquem bé i vestits al mateix temps.

Per a acabar, una altra persona et diria una frase típica com "No canvies mai", però jo mai et desitjaria tal cosa. Canvia, encant. Canvia perquè et mereixes ser encara més senyor del que ja ets.

T'estime
(En valencià perquè sona gran)

27 de agosto de 2014

Eres poesía sin saberlo

¿Sabes esos días en los que llueve pero también hace sol? Así me siento ahora porque, aunque tu presencia siempre lo hace todo agradable, me siento tan mal que creo que no me merezco nada.
No me merezco llorar y convierto mis lágrimas en palabras. Que no son muy bonitas, lo sé, pero no podías esperar mucho de las lágrimas de alguien que siempre se deja las puertas abiertas y las luces encendidas, que quería que nos uniésemos para echar a esa gentuza, que se ha echado carreras con la luna y que te ha hecho daño.
De alguien que no se merece ni sentir, que no se merece ni mirarte, que no se merece ni decirte.
Decirte que no todo caduca. Que el Jardí de Pacent siempre va a ser el jardín de los mimos. Que no voy a conocer unas pestañas más largas que las tuyas. Que se me escapa un poquito de vida cada vez que suspiras y por muchos besos que te dé no logro recuperar ese trocito. Que todo me parece poquito cuando se trata de ti. Que contigo cualquier sitio se convertiría en la capital mundial. Que siempre, siempre, voy a querer tus mimos.
Y si te digo que no eres poético es porque aún no he entendido cómo alguien como tú (que me darías tu corazón pero lo necesitas para bombear sangre a todo tu cuerpo) puede ser poesía sin saberlo, sin saber qué es poesía o por qué poesía.
Y si te lo repito es porque con ello me salvas del amor romántico y todo lo que conlleva: de quedarme sin corazón para bombear sangre a mi cuerpo, de no saber vivir sin ti y, en consecuencia, morirme si no estás. Mi vida sin ti sería como mi vida sin ti y esa es toda la justificación que necesito para decírtelo bien claro, dejando a un lado la poesía porque estando tú, sobra:
Te quiero en mi vida, mi vida.

22 de julio de 2013

"Porque te quiero"

He escrito sobre muchas cosas. He escrito sobre personas a las que quiero muchísimo: mi mejor amigo, mi padre... pero hay un tipo de amor que no soy capaz de expresar con palabras, de hecho, existe muy poca gente que pueda hacerlo.

Solo sé que le quiero. No se puede pedir explicaciones a un amor tan intenso. En este sentimiento influyen muchísimas cosas, todo lo que me hace quererle como le quiero, pero aún no he encontrado cuál es la determinante.

No es por el enorme deseo sexual que siento hacia él, ya que lo sentía antes de darme cuenta de que le quiero. No creo que me enamorara lo bien que escribe porque de eso me di cuenta mucho antes de lo del deseo sexual. No me enamoró que estudiara filosofía porque le querría aunque estudiara para ser profe de mates. No es porque me corrija las faltas de ortografía, ya que mi profesor de lengua también lo hace y podría decir mil cosas de él, pero ninguna con amor. Tal vez la que más se acerque es que me ayudara a volver a ser feliz después de una temporada malísima, pero hubo gente que también me ayudó y no estoy enamorada de ellos.

Solo sé que le quiero. Sin embargo, no voy a quedarme de brazos cruzados y, aunque "Te quiero" sean las únicas palabras que me salgan para expresárselo, se lo voy a demostrar de todas las maneras que pueda.

Aunque me duela el cuello por la postura en la que me abraza, no me separaré de él hasta que se duerma y me soltaré haciendo sigilosamente la croqueta para no despertarle.
Le voy a explicar todo lo que quiera, aunque luego me diga "Has puesto tu boca de explicar".
No solo no me enfadaré cuando me gane a la play, sino que le llenaré de besitos cuando lo haga.
Evitaré a toda costa que mis padres lo lleven a la playa, y si lo hacen, me lo llevaré a algún rincón secreto para compensárselo con mimos.
Aunque mi hermano se queje de lo empalagosos que somos, haré oídos sordos y le seguiré besando.
Soportaré a familiares diciéndome "Oyoyoy, nuestra Aju se ha hecho mayor".
Comeré paella todos los días si es necesario.
Dejaré que llame Melo a nuestro gato.
Si no nos dejan dormir en la misma habitación, me escaparé todas las noches a su cama.
Le miraré siempre con cara de boba.
No me enfadaré cuando me ensucie las gafas con la nariz.
Pondré su cabeza entre mis tetas cuando esté triste.
Le dejaré tener un amante siempre y cuando sea Rober y me envíen fotos de sus encuentros.
Le llamaré "tortita" delante de mis amigos.
Escribiré todas las entradas cursis que haga falta.

No voy a seguir con esta lista porque (aparte de que muchos de los puntos que quiero añadir no los puedo decir en público), haría cualquier cosa por él y nada de lo que haga o escriba va a poder demostrar lo que siento por él, pero no me importa por una razón: él ya lo sabe.

5 de junio de 2013

Nocturnos

Todos hemos soñado alguna vez con la noche pelirroja, y quien no lo haya hecho, no merece encontrarla.

Los que más sufrimos por su ausencia somos las criaturas nocturnas, los que para suplir a la noche pelirroja necesitamos vivir todas las noches. Aunque sean noches mediocres, incluso vacías, los de nuestra especie despreciamos a los que no son capaces de entender por qué nos acostamos siempre tarde aunque al día siguiente tengamos que madrugar o a qué se deben nuestras ojeras permanentes. Muchas veces ni siquiera nos molestamos en explicar lo que nos pasa, nos limitamos a decir “He dormido mal” para no confesar que nuestro problema es mucho más grave: estamos enamorados de la noche.

Hay quien lo confunde con el insomnio. Los síntomas son similares: vivimos en una lucha constante contra nuestros párpados, somos adictos al café y a otros estimulantes que poco a poco van destrozando nuestro estómago y nuestro sistema nervioso,  “todo parece la copia de una copia de otra copia”. No, no padecemos insomnio, nuestra enfermedad es mucho más grave: tenemos sueño, pero no queremos dormir. No podemos evitarlo porque estamos en un estado de emergencia, locamente enamorados de alguien que no nos corresponde, tal vez porque ni siquiera lo hemos intentado. La noche pelirroja nos parece algo tan idílico, tan utópico, que nos limitamos a soñar con ella y a ahogar un poco nuestro deseo en noches mediocres, taciturnas. Noches acompañadas de un libro enfocado por una linterna. Noches simplemente mirando la acogedora oscuridad del cielo. Noches garabateando en papeles sucios que luego perderemos. Noches nostálgicas, echando de menos a alguien, intentando imaginar que el cigarro que apoyamos en nuestra boca puede servir como sustituto de sus labios (¡como si existiera algo que pudiera sustituir a sus labios!).

Porque otro de los problemas de nuestras enfermedad es que los nocturnos no podemos tener amantes normales. No entenderían nuestro aire ausente durante el día. Les molestaría que no les dejásemos dormir solo porque nos apetece cantarles una canción o preguntarles todos los detalles sobre su primer beso. Se asustarían cuando se despertaran en mitad de la noche y nos descubrieran observándoles atentos, curiosos, encandilados. Les volvería locos nuestra doble personalidad y los cambios que experimentamos entre nuestro propio yo diurno y el nocturno.
Por desgracia, los nocturnos no abundamos y cuando nos enamoramos, siempre lo hacemos de alguien a quien no podemos tener, porque no nos corresponde o porque hay alguna traba que impide que podamos ver el amanecer juntos. Es entonces nuestras noches pasan de mediocres a tristes, ya sea escribiendo versos a alguien que nunca los leerá y leyendo a Neruda o teniendo conversaciones telefónicas que duran horas y durante las cuales hay momentos en los que no puedes reprimir las lágrimas.

Somos extraños y lo sabemos. Sin embargo no siempre somos fáciles de identificar. Reconocemos que no somos como los demás e intentamos pasar desapercibidos. Por desgracia, tratar con los no-nocturnos no es algo que se nos dé demasiado bien, así que no nos damos cuenta de que con nuestra personalidad introvertida muchas veces solo despertamos la curiosidad de los demás y algunos llegan a darse cuenta de que detrás de esa media sonrisa tímida y esa mirada cautelosa se esconde una persona enferma de amor por algo que ni siquiera tenemos la certeza de que exista.


Amamos la noche y los no-nocturnos no lo entienden. Tal vez, si nosotros les entendiéramos a ellos, nos preocuparía este hecho, pero estamos demasiado ocupados intentando tintar de un leve rojo nuestras noches. Y no nos importa que no nos entiendan, porque la explosión mental que experimentaremos cuando lo consigamos, esa sensación, ninguno de los diurnos la podrá entender nunca.

7 de febrero de 2013

Inserte título aquí. O no.

Estoy perdida, no veo un futuro. "Cosas de la edad", dicen algunos. "Cosas de esta época" dicen otros. Pero yo sigo perdida mientras veo que el resto de la gente tiene un lugar en el mundo. Sí, esos hijos de puta que te hacen preguntas que te duelen, porque la respuesta duele y tú no puedes soltarla por miedo a que les duela a los demás.


-¿Cómo va el instituto? 
-Odio el instituto, lo que se supone que me están enseñando, los profesores sin ganas y los compañeros que solo piensan en irse a la discoteca el sábado.


-¿Qué proyectos tienes? 
-Ninguno, no tengo ni puta idea de qué hacer con mi vida, no hay nada que me motive lo suficiente como para luchar por ello.


-¿Cómo te va con el novio? 
-Mira, gilipollas, sabes perfectamente que no tengo novio, así que no sé por qué me lo preguntas. Ni lo tengo ahora ni lo tendré en un futuro próximo porque estoy rota por dentro y aún estoy curándome.

Y me molesta no poder expresarlo, ya sea por miedo a cómo pueda afectar eso en los demás (es lo que más suele darse) o porque no sepa explicar cómo me siento. Estoy deprimida, sí, pero ¿por qué?

En una ocasión en la que no lograba aclarar mis sentimientos, alguien me dijo: "No sabes lo que es porque no te has encontrado con ello nunca. Con el tiempo, con la experiencia, lo sentirás más a menudo y entonces sabrás darle un nombre."

Pero hay cosas que no deberían tener nombre, ¿para qué? Según Wittgenstein, tenemos que asumir que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo, pero hay cosas que no deberían ser descritas ni con el lenguaje. Cosas devastadoras como darse cuenta que la persona a la que amas ya no te quiere como antes o cosas maravillosas, como provocarle un orgasmo a alguien.

Las cosas por las que vivimos, las que nos hacen sentir que estamos vivos y las que nos hacen ser como somos. Esas cosas no necesitan un nombre porque sería inutil, ya que son las únicas que hay que vivir para llegar a comprenderlas.

21 de enero de 2013

No soy una niña de papá

Quiero escribir sobre alguien que siempre me dice "Cuidado con lo que pones por Internet" o "Ni si te ocurra colgar una foto mía, que a saber quién la ve" o "No te fíes de la gente de Internet". Y la verdad, tiene razón, no debería fiarme de la gente de Internet, pero de la de fuera tampoco. 

Es una de las personas a las que más quiero en este mundo aunque siempre acabemos discutiendo porque los dos somos unos cabezotas. Es un tipo duro, solo lo he visto llorar una vez y fue porque me hizo llorar a mí. Creo que ese fue el día en que me di cuenta de que mi padre también se sentía tan inseguro como yo.

Quiero agradecerle todo lo que me ha enseñado. Que reírte de algo no significa faltarle al respeto. Que si algo no funciona, lo apague y lo reinicie. Que aprecie a mis padres porque algún día se irán. Que "El amor és una bajoqueta" (El amor es una judía verde). Que la familia es lo más grande que tengo. Que estudie porque puedo. Que estime la meua llengua. Que si soy una roja iré al infierno pero que por lo menos le haré compañía. Que ser atea no significa no respetar las creencias de los demás. Que aunque vea a una persona inalcanzable y crea que nunca querrá nada conmigo, puedo acabar casándome con ella. Que el respeto es lo más importante en una relación. Que el amor verdadero existe. Que a veces hay que tragarse procesiones y conciertos para hacer feliz a quien quieres. Que disfrute de la fiesta.

También quiero darle las gracias por darme todo lo que siempre he necesitado sin malcriarme. Gracias por mis ojos y por mi pelo. Por su amor por los Beatles. Por estar dispuesto a cortarle los huevos a cualquier gilipollas que intente hacerme daño. Por decirme lo guapa que estoy. Porque es el único hombre que va a quererme para siempre, pase lo que pase. Por decirme "¿PERO QUÉ LLEVAS PUESTO?" pero nunca pedirme que me cambie. Por estar orgulloso de mí

Gracias porque no soy una niña de papá, pero él me quiere igualmente.

9 de diciembre de 2012

Las relaciones son como los chicles

Puede parecer una comparación absurda y rebuscada, pero la verdad es que encaja a la perfección.

Cuando empiezas a masticar un chicle sientes una explosión de sabor, que dependiendo del chicle puede ser más o menos intensa. Piensas que esa sensación no se va a acabar nunca y masticas, masticas con tanto énfasis que te llega a doler la mandíbula o te muerdes a ti mismo.

Sin embargo, llega un momento en el que el chicle pierde el sabor y no quieres tirarlo. Tal vez porque te entretiene. Tal vez porque guardas la esperanza de que vuelva un atisbo de lo que antaño fue. Tal vez por pena. Tal vez porque no sabes dónde echarlo. Tal vez por miedo a no tener otro chicle. Pero sea como sea, sigues masticando sin ganas.

En ese momento tienes que tomar una decisión. Puedes seguir masticando el chicle sin sabor, haciendo polvo tu mandíbula y mordiéndote. O puedes tirar ese chicle. Una vez lo hagas puedes seguir sin chicle o buscar otro.

Es una decisión difícil, pero si no la tomas tú, la vida la tomará por ti. Y, sabedlo: la vida es una gran hija de puta.