3 de junio de 2012

Cuando tenía 9 años

Siempre me ha gustado escribir, tanto que a menudo acepto escribir las redacciones del colegio para otras personas a cambio de favores. La última que nos han puesto debía llevar como título "Cuando tenía 9 años...".
Iba a empezar a escribir cosas que me pasaron cuando tenía nueve años y quedarme tan ancha,  no podía ser tan difícil. A ver, con nueve años... sí, claro, tomé la comunión y... ¡oh, por supuesto! También... ah, no, eso fue al año siguiente... eh... menuda mierda. Pues no, no me acordaba de nada, así que he buscado fotos. He encontrado un CD de ese año, de enero a marzo, lo he puesto en el ordenador y, ¡sorpresa! Eran vídeos.
Nochevieja. Salgo disfrazada de pirata, bailando (o algo parecido) grandes éxitos ya entonces pasados de moda de David Civera, Ricky Martin o Natalia. ¿Y esos niños regordetes de 12 años que me tiraban del pelo? Ahora son los tíos con piercings y tatuajes que el sábado por la noche me dijeron con cariño: "Le contaré todo lo que haces a tu madre". Por suerte no se veía muy bien porque el que grababa era mi padre e iba doblao' (afortunadamente, de eso no me di cuenta hasta que no fui un poco mayor).
Cambié de vídeo.
Mi noveno cumpleaños. Ahora entiendo por qué había suprimido ese recuerdo: en la primera imagen sale mi padre vestido de Batman soportando que una jauría de niños le subiera encima y le tirara del disfraz. En la grabación también se aprecia el espectáculo que montó cuando necesitaba orinar urgentemente pero no se aclaraba a quitarse el disfraz, por lo que acabó cortando con una navaja la tela de la entrepierna.
Mis ansias de auto-humillación me impulsaron a continuar.
Pascua. Nuestras excursiones por la montaña. Estoy bajando corriendo por un camino pedregoso cuando... ¡PUM! Tropiezo con una piedra y voy rodando cuesta abajo mientras mi madre corre detrás de mí y mi padre sigue grabando. Ahora recuerdo cómo me hice la cicatriz en la rodilla.
Podría haber parado aquí y haber escrito sobre cómo mi cerebro, sabiamente, había suprimido este año de mi memoria, pero, movida por un instinto masoquista, he puesto el siguiente CD y... oh, vaya. esto no me lo esperaba.
Actuación de gimnasia rítmica. Describir estas imágenes me resulta demasiado vergonzoso, no sé si por el aspecto que tenía embutida en un mallot de lentejuelas como una morcilla  que se ha caído a un bote de purpurina o por mi torpeza al realizar la coreografía con las mazas, que caían al suelo siempre que las lanzaba.
Ahora mi único dilema es saber si, presentando ésto como redacción, mi profesora va a estar riéndose de mí lo que queda de curso o me enviará a la psicóloga. Aunque bien mirado, habiendo leído todas mis anteriores redacciones, eso es algo que tendría que haber hecho hace mucho tiempo.